15 mayo 2008

BEÀ EN MONDO BRUTTO 39

En el inminente número de la revista Mondo Brutto, que estará a la venta a finales de mes (un poco antes en las librerías madrileñas), además de sus diversos contenidos, saldrá publicada una extensa e interesantísima entrevista que el arqueólogo de la subcultura pop de derribo Absence ha realizado al gran Josep María Beà, dibujante de infinidad de historietas, entre las que destacan obras como Historias de la Taberna Galáctica, Siete Vidas, La Muralla o La Esfera Cúbica, obra ésta última, por cierto, que tendrá una próxima reedición por parte de Ediciones Glénat. Para ir abriendo boca a la aparición del número 39 de Mondo Brutto os dejamos con varios extractos de la entrevista a Beà:

BEÀ: Nadie tenía ni puta idea de lo que era Londres. La noción que teníamos de la capital inglesa era la de las películas de Jack el Destripador, con el Támesis envuelto en niebla, así que dibujábamos barbaridades. Si un guión decía que la pareja Tommy y Sally viajaba en el segundo piso de un autobús londinense, nosotros dibujábamos en las ventanas los techos de las casas, las antenas, que es lo que se vería si un autobús de ese tipo circulase por la España de esos años. Nos preguntábamos qué coño era una boca de riego. Cuando el guión indicaba que en una plaza había dos ancianos dando de comer a las palomas, nosotros les dibujábamos boinas en la cabeza, porque ese era nuestro código para ilustrar la vejez, y entonces recibíamos un telegrama de Fleetway preguntado por qué coño poníamos trapos negros en la cabeza de los viejos. Nos devolvían las páginas y teníamos que borrar con gouache todas las boinas. Era espantoso. Nos inventamos un Londres que luego leían cientos de niñas inglesas.

MB: En realidad es bastante surrealista.

BEÀ: Sí. Yo en las habitaciones dibujaba los interruptores habituales de la España de posguerra, que tenían forma de pera. Extrapolábamos lo que veíamos aquí, y aquellas niñas debían pensar «¿de dónde salen estas cosas tan raras?». Yo había llegado a poner niebla dentro de las casas. Seamos rigurosos: si en Londres había niebla… cuando abrían las ventanas entraba dentro de las casas. Y otra vez, telegrama de Fleetway: «por favor, que me quite ese tío la niebla de dentro de las habitaciones». Llegué a dibujar una familia inglesa cenando en la sala de su casa envueltos en niebla. Yo tenía 18 años, recién salido de los maristas, que me habían enseñado el misterio Santísma Trinidad pero no lo que pasaba en Londres.



MB: ¿Algún contacto con Umberto Eco?

BEÀ: Vino a Barcelona promocionando “Apocalípticos e Integrados” cuando aún no era catedrático. El colegio de arquitectos de Barcelona montó una exposición y seleccionó a Sió, a Maroto y a mí. Nos dimos cuenta que nosotros no hacíamos tebeos sino “expresiones mixtas iconico-literarias secuenciales aleatorias”. Durante la charla nos mirábamos los tres porque no entendíamos cómo se podía interpretar tan profundamente nuestro trabajo, toda esa búsqueda de simbología. Para nosotros era una narrativa más superficial. Umberto Eco hizo una demostración de la ideología fascista de un personaje por el humo del cigarrillo que acababa de arrojar al suelo; pensábamos «coño, si ese hilillo lo ponemos ahí para que se sepa que es un cigarrillo». Eco había sobrepasado la línea. Nos lo llevamos de tapas y no paró de hablar, era una máquina que nos dejó groguis. Enric Sió le escuchaba con atención y le decía que sí a todo. Cuando acabó la velada le dije a Enric: «oye tío, pero si tú no tienes ni puta idea de italiano» y me respondió: «ya, pero... ¿has visto lo contento que se ha quedado Umberto Eco».

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